lunes, 25 de agosto de 2014

“El Mar” de John Banville

   La conexión de dos etapas vitales de Marx Booker es la muerte, el tan bien traído símil produce efectos curativos no sin las cicatrices que la experiencias de la vida dejan en nuestra pobre alma. El autor nos muestra el efecto de la memoria sobre los sentires humanos, nos hace más desconfiados pero a la vez más encallecidos.

    El flamante Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 nos ofrece una estructura ingeniosa basada en la comparación de dos hitos en la historia de su vida: El primero es el despertar pubescente en el verano que más le marcó, cuando sintió las primeras pulsiones sexuales, enamorándose de la madre de una compañera de juegos, sintiéndose atraído por una institutriz y teniendo los primeros contactos con una Cloe adolescente. Esas emociones intensas quedan potenciadas por el trascurrir de una vida en pareja convertida finalmente en  monotonía y enfermedad. Ambos momentos son equiparables por la presencia de la muerte, de forma que el autor nos presenta la posible reconciliación con los hechos luctuosos del presente por la experiencia del pasado.

    La desaparición de un ser querido es un dolor intenso, desesperado en sus inicios pero debe dar lugar a una aceptación que nos lleve a seguir viviendo optimizando los recursos, marcados, amputados, pero con la posibilidad de seguir adelante. El protagonista, tras perder a su esposa, viaja  a su lugar de veraneo de la infancia junto al mar, donde encontrará los recuerdos suficientes para comprender que la muerte le ha visitado igual que aquel verano, verano que lo dejó marcado constituyendo una circunstancia trascendental pero con la que ha vivido todo el resto de su vida, de igual manera tendrá que seguir respirando en esta ocasión.

    Esta obra galardonada con el premio Man Booker presenta una historia reflexiva, intimista e inquietante desde una prosa preciosa, equilibrada, bella y llena de matices expresivos, mezclando hechos con reflexión, abstrayéndose. Su lectura es una delicia que se disfruta en sus 224 páginas de reflexión sobre la pérdida, la soledad, la monotonía, la enfermedad,  la comprensión de la juventud desde la madurez y la reconciliación con el pasado y la vida. Es una narración triste que encierra la alegría de la vida, de los despertares, la aceptación, la sabiduría que da la experiencia, un retrato de las emociones que provoca la existencia desde el punto de vista de la tolerancia y la coexistencia inevitable de Eros y Tánatos.

   John Banville es un mago de las letras, incluso tiene un alter ego, Benjamin Black que narra novela negra tan preocupado por la forma como en sus creaciones más intimistas. Su virtuosismo no es sólo formal sino que la intensidad del retrato de los personajes es prodigiosa, en “El Mar” dibuja a Cloe como una iniciática adolescente, en la que las preocupaciones estéticas aún no se han desarrollado, la presenta niña, niña corretona, con olores a juegos sudorosos, con dientes poco cuidados por la urgencia del disfrute pueril e iniciándose en las pulsiones de su cuerpo, la adolescencia no llega de golpe y el autor tiene la sensibilidad especial para mostrarnos a una Cloe en plena transición a la transición. Lo mismo ocurre con un Max que se siente inmaduramente inseguro, avergonzándose de sus padres, de su casa o aplastado por la culpa del pecado carnal, de palabra u obra.


    En fin que he disfrutado de una novela que me ha hecho reflexionar y me ha sobrecogido con una prosa cuidada. Ahora toca una buena comedia.

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