lunes, 10 de junio de 2019

Tetsuya Ishida, “Autorretrato del otro” en el Velázquez del Museo Reina Sofía


   “Autorretrato del otro” es la espeluznante exposición que el Museo Reina Sofía mantiene en el Palacio de Velázquez, en el Retiro, hasta el próximo ocho de septiembre. Esta muestra nos conmueve profundamente y nos deja doloridos por más que el surrealismo y la estética Manga envuelvan un concepto que no puede dejar de perturbarnos porque compete a la existencia poco humana del hombre actual.

    La colección reúne setenta obras del pintor TETSUYA ISHIDA, setenta que son la mayor parte de su producción, ya que murió atropellado por un tren a los 32 años, posiblemente de manera voluntaria.

    Durante su corta pero torturada existencia creó un lenguaje figurativo donde un solo individuo joven, repetido y repetido, se encarna como el joven tipo actual, el que tiene que formar parte de instituciones educativas para perder su individualidad y fracturarse en piezas que formarán parte del edificio. Una fagocitación que continuará durante la etapa laboral del hombre que se convierte en parte de una máquina, parte de una cadena de montaje, perdiendo igualmente la posibilidad de ser un ser humano y perteneciendo a la factoría, a la empresa como “Gran Familia” que lo repudiará cuando no lo necesite. Esta condición deshumanizada, favorable a los intereses de la producción como engranaje hace que el individuo devenga insecto, pierda sus cualidades y el aprecio social como tal, el respeto que merece el ser especial que somos cada uno. Recuerda en este sentido a Gregorio Samsa que había servido a los intereses de su comunidad familiar y que, al cambiar, al mutar, fue abandonado a la soledad más alienante pues ya no servía a la máquina.

    Ante esta imagen de ser alejado de las emociones más comunes, al que no se le permite crear con espontaneidad ni salirse de las pautas de esta sociedad consumista y productora de consumismo, el hombre queda aún más desposeído por culpa de las crisis económicas, crisis del sistema, las que vivió Ishida en los 90, las que hacen perder el sentido del individuo que de repente no tiene objetivo ni dentro del engranaje. ¿Para qué sirve un tornillo cuando la producción ha parado?


   La obra de Tetsuya Ishida es icónica para los jóvenes japoneses y es la primera vez que se muestra en Europa, aunque auguramos que no será la última y que sus piezas que ahora rondan el millón de euros subirán de precio por su valor artístico y ante la imposibilidad de ser ampliada.

    La acidez de las imágenes, en gran formato en su mayoría, que Testuya Ishida muestra en el Velázquez se componen de individuos cortados por el mismo patrón que forman parte de máquinas, de edificios, de insectos, que están fracturados, aplastados, embalados, metáforas de una inocencia mordaz, cruel, que se te aloja en el estómago y no puedes más que sentir una empatía profunda por ese joven que no es más que unos pocos músculos con articulaciones, asientos, brazos, cuerpos de microscopio, palas de excavadora.

    Hay quien mira la muestra desde los pecados del neoliberalismo, la “lacra del keynesianismo”, pero este ser en cadena, en serie, socializado para ser otro ladrillo en el muro, no se aleja tampoco de esos elementos que forman la colectividad de los países marxistas, ni de la condición de elemento en las organizaciones tribales o familiares. Habla del poder de los sistemas sobre el individuo, sobre la pérdida de identidad, la soledad, la fractura, de encajarnos en el puzle y también, de la posibilidad de ser una pieza que no encuentra lugar o está repetida, por lo que puede desecharse sin problemas de conciencia. Esta máquina no está bajo los influjos del esquema de la CULPA, el individuo sí.


   El japonés es un individuo que ha sufrido como nadie esta marea disciplinaria y productiva, raro es el que se rebela, su tradición, su cultura los envuelve y los constriñe para que su honor tenga mucho que ver con la docilidad. De manera que los outsiders en vez de levantarse o emigrar, o hacer unas barricadas, en muchas ocasiones se convierten en recluidos en pequeños espacios con una ventana tecnológica, de la que son tan dependientes, surgen los jóvenes solos, en aislamiento social agudo, sin contacto de piel, son los llamados “hikimoris”. Aunque también queda otra posibilidad, la de tirarse a un tren y acabar una existencia que aprecian como una herida abierta de insatisfacción.

    La obra de Tetsuya es virtuosa en la ejecución, las composiciones son equilibradas, el uso de líneas, el color, el realismo es a veces fotográfico. Aunque por su carga narrativa ya valdría la pena el diálogo con las piezas su factura añade solidez a un artista que nos ha conmocionado como las obras de Edgar Alan Poe o el horror del que hablaba Joseph Conrad. Porque para qué queremos espíritus, monstruos, extraterrestres o bacterias violentas cuando el horror parte del propio ser humano y de lo que hace con el único tesoro que realmente tiene que es la posibilidad de VIVIR. Lo peor es que el proceso de amoldamiento es tan riguroso que el joven se transmuta en el objeto, es el objeto, una herramienta, alienado como humano, un estándar de hombre asalariado, desposeído, encerrado, desorientado y abrazado a su rol, el miedo a lo desconocido es más amenazador que el soma de una vida sumisa y miserable pero conocida.

    Esta es una exposición imprescindible, sí, Tetsuya Ishida lo consigue, cuando sales del Palacio de Velázquez, caminas por los jardines del Retiro como si parte del peso del mundo te hubiera caído sobre los hombros, pero es un examen médico necesario porque si se conoce, si hemos reconocido los síntomas de la enfermedad que padecemos, lo mismo podemos tomarnos el antibiótico y no dejarla cronificarse. 

***Fotografía de José A.Correa























4 comentarios:

  1. Como dijo nuestro paisano, poco ilustre... In presionante.

    ResponderEliminar
  2. Impresiona ver esta pintura... Algo así intentaba yo en mis primeros tiempos... Pero como veía que me faltaba apredizaje, comencé a pintar lo que mas me gusta Naturaleza, cruda, frita o medio pensionista yyy ahí me quedé... Por ahora al menos.

    ResponderEliminar
  3. Una pena no poder admirar in situ la muestra, pero gracias a tus atinados comentarios en este blog, una puede hacerse una ligera idea de ese universo pictórico tan personal. Gracias, AnaE

    ResponderEliminar