La Asociación de Mujeres Universitarias
reincidimos una vez al mes para tertuliear en el Marbella Club. En esta
ocasión, la obra elegida ha sido “Estupor y Temblores” de la belga Amélie Nothomb.
La historia es autobiográfica y como
dijeron algunas socias, no parecía literatura, no tenía trama, en realidad no
pasa nada más que las vivencias de una europea que trabaja durante un año en
una empresa japonesa en el País del Sol Naciente. No hay amores, ni sucesos
aventureros, ni siquiera se sale de la planta del edificio de la compañía. Este
hecho desagradó a alguna socia, sin embargo, la mayoría alabó el savoir faire de
una autora que consigue interesar al lector, hacerlo sentir diversas emociones,
divertir, aprender y plantearse cuestiones de orden antropológico con estas
herramientas.
Surgieron muchos comentarios en torno a las
costumbres niponas y tuvimos la suerte de contar con una compañera que trabajó
por muchos años como abogada para empresas japonesas en Argelia. Tanto por la obra como por las
diversas aportaciones, supimos que esta sociedad tiene tradiciones muy
castrantes, sobre todo para las mujeres que no tienen más lugar que tras un
hombre, sin aspirar siquiera a que la quieran pues en su concepción es mejor no
querer para no sufrir, no tener aspiraciones para no verlas fracasadas. Son tan
cuadriculados que la jerarquía la llevan a extremos irracionales, el mismo
título de la obra se refiere a la actitud que se debe tener ante el Emperador,
se debe uno presentar con estupor y temblores, con miedo, sobrecogido, consciente
de nuestra insignificancia, dispuestos a obedecer cualquier cosa que te
ordenen.
Hay quien
atribuyó a la espiritualidad el hecho de la constante atención a las ventanas,
ventanas hacia la libertad, un escape para aguantar órdenes que un occidental
no aguantaría, como fotocopiar indefinidamente las reglas del golf por no
cuadrar exactamente cada hoja. Y es que la propia protagonista en una de sus
confesiones admite que ella desde pequeña había evolucionado desde querer ser
Dios, luego Jesuscristo y finalmente mártir.
Coincidimos en que el retrato de la
sociedad japonesa que se nos hacía difería del concepto de educados que
teníamos de ellos. Luego, nos planteamos que esa educación de la que hablamos
es la nuestra y que nosotros podríamos parecerle a ellos igual de raros.
Recordamos a Lorca en “La Casa de Bernarda Alba” y admitimos que nosotros
también hemos tenido costumbres y normas muy castrantes, sobre todo para las
mujeres. De hecho mucha de estas normas, no sólo las nuestras, sirven para
controlar la población, son eficaces contra la individualidad y la libertad que
puede resultar muy peligrosa para el status quo.

Todas coincidimos en que la obra está muy
bien escrita. La ironía y el sentido del humor reporta momentos brillantes. Es
una obra corta, como la mayoría de las de Nothomb y se agradece, últimamente hay
libros muy largos que no ofrecen tanta satisfacción como este.
“Estupor y Temblores” nos enseña que no se
puede ir a otra cultura y no respetar sus costumbres, para no tener problemas
lo mejor es estudiar e investigar los usos, sobre todo si es una sociedad tan
complicada como la nipona que es capaz de dejar de saber japonés sólo porque tu
superior se lo ordene. Alguna compañera se preguntó cómo estaría encajando las
nuevas tendencias en la sociedad de Japón, se refería a las los mangas, las
lolitas y todas esas extrañas tribus urbanas que conviven en la actualidad con
las más férreas reglas de comportamiento.

Como ocurre cada trimestre, tuvimos que
elegir próximas lecturas, decidimos:
-
“Alicia
en el País de las Maravillas” de Lewis Carroll para el 23 de Mayo
-
“Padres
e Hijos” de Iván Turguenev para Julio
Y
como colofón contar que estamos muy satisfechas por el resultado de nuestro
cineforum, en el que se proyectan y se discuten películas de calidad, sin
perder el objetivo de recaudar fondos para las becas de chicas de Marbella-San
Pedro brillantes y con necesidad de un empujoncito económico. Este mes veremos “Matar
a un Ruiseñor” (To Kill a Mockingbird), película estadounidense dirigida
por Robert Mulligan, sobre un guión de Horton Foote y protagonizada
por Gregory Peck, basado en la novela homónima de la escritora Harper Lee
y que fue galardonada con el Premio
Pulitzer en 1961.
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