lunes, 18 de abril de 2016

En el estudio del pintor Felipe Romero en Marbella

    El pasado sábado visitamos al pintor Felipe Romero en su estudio de Marbella para descubrir que aquí entre nuestras ilusorias fronteras tenemos a un hombre del Renacimiento.

    Como una invasión, tomamos la plaza a las diez de la mañana con puntualidad británica. Enseguida descubrimos que la casa de Felipe está repleta de obras de arte y de genialidades propias de Leonardo Da Vincci: Inventos y herramientas realizadas ad hoc para cualquier trabajo casero, de jardín o artístico, muros con piedras fabricadas por él, inventos de aprovechamiento de energía con material reciclable, ingenios para impedir que los insectos se coman su fruta ecológica, artilugios de cocina y hasta la casa que nos contenía, enteramente diseñada y construida por el propio artista.

    Lo que habíamos pensado sería una visita de una o dos horas se convirtió en la aventura de descubrir las obras de Felipe a través de las habitaciones, pasillos y salones de su casa y para quedar perplejos completamente al bajar a su estudio. Allí pudimos contemplar cientos de obras perfectamente conservadas y materiales que ni siquiera conocíamos porque son de invención propia.

   Una vez, un pintor consagrado me dijo que si quería ver si alguien era un verdadero artista tenía que visitar su estudio. Y he de decir que si esa es la medida, Felipe le gana la mano a todos los que he visitado. No es sólo el tamaño, ni la conciencia de las horas invertidas en la obra, ni las anotaciones investigando en los movimientos pictóricos y sus representantes, ni la cantidad de máquinas, herramientas, mesas de trabajo o pigmentos, es la certeza de que toda esa vorágine corresponde a una mente diversa, alguien que no comprende el mundo como la mayoría de las personas, alguien que continuamente se pone retos para continuar en una búsqueda que acaba para parir otra y otra, en un empeño sin fin.

      Felipe Romero nos puede atrapar con sus pinturas hiperrealistas, copias de la realidad como él dice, pero que encierran millones de pinceladas estudiadas, aportaciones de varios colores que el pintor aplica sin ensuciarlas lo más mínimo porque controla la técnica como nadie. Es un perfeccionista obsesivo y creativo que nos ofrece  sus hipnóticos trampantojos que se salen del formato y nos acercan peligrosamente a la sensación 3D.

    Pero, el gran tesoro de Felipe son sus abstractos, semánticas encerradas en manchas controladas en lo que parece un juego de disoluciones que juega con la densidad, las mezclas imposible de aceites y otros líquidos, los colores y las herramientas ingeniosamente utilizadas para crear fantásticas creaciones de composición equilibrada, obras que afectan el estado de ánimo y que aún no teniendo información del origen de su creación nos estimulan las emociones.



    Felipe tiene estas obras colgadas en paneles con raíles, de manera que se pueden disfrutar con una visita, también hay muchas otras metidas en cajas o colgadas por las paredes. El caso es que la sensación de barbaridad no se nos quita del pensamiento, qué barbaridad de obras, qué barbaridad de belleza, qué barbaridad de talento, qué barbaridad de trabajo, qué barbaridad de modestia. Si yo fuese capaz de esto me pondría en la plaza del pueblo a gritarlo para que todo el mundo me apreciara

Texto y maquetación: Ana E.Venegas

Fotografía: José A.Correa

3 comentarios:

  1. La verdad mecenas acomplejado. A mi me dicen algunos conocidos q pintó muchos .Pero viendo esto me siento enano. Y ser capaz de pasar del hiper al abstracto. NO todos pueden hacerlo.
    Magustaooo. El trabajo de la reportera intrépida y su fotógrafo también.

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  2. Felipe eres genial, siento gran admiración por tu capacidad polifacética y gran variedad de conocimientos y estilos que manejas con absoluta maestría.

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