
En
esta cuarta jornada, Pedregosa profundizó en las claves del más “lento” de
nuestros clásicos para descubrir el objetivo que tuvo el autor al crear su obra
y la vigencia como obra de arte en nuestros días.
Marcel Proust nació en una familia
acaudalada, sus relaciones sociales fueron de alto nivel y disfrutó de una educación
elitista. Tuvo la vida resuelta desde el minuto cero de su existencia. Ante
esta perspectiva, Proust pudo haberse dedicado a “la vida loca” pero tomó el
camino de ser literato y permitirse escribir lo que él quería. Y lo que deseó
Proust fue hacer una obra de arte con sus textos, no tuvo nunca intención de
comunicar, ni de que el valor de su obra estuviese en la acción que contara.

Otro componente de sus escritos que lo
convierten en objeto de placer intelectual es el uso de las comas, las encadenaciones
de frases, adjetivos, pequeñas aclaraciones, digresiones, unidas por una coma
de manera que una frase puede estar constituida por cincuenta líneas. En un
principio puede y es para muchos lectores una pérdida de tiempo y un derroche
sin que se dé nada a la trama, pero es que “En busca del Tiempo Perdido” es una
obra para regodearse y reflexionar, parar, digerir, saborear, sin prisa ni
presiones. La lectura de media hora al día de estos siete tomos podrían ser una
buena forma de meditación, para conseguir mejorar la concentración, reflexionar
sobre la mente del autor y la propia, y vaciar de contenidos de la vida moderna
nuestro pensamiento por un rato.
Alejandro lo explica mucho mejor que yo,
qué ciclo de conferencias más maravilloso, gracias a Alejandro que es un
excelente comunicador y un amante de la literatura y a Carmela Martínez de la
delegación de Cultura, porque aquí se nota su sello. Os dejo con la grabación
completa de la charla:
*Fotografía en blanco y negro de Miguel Rodríguez
Vídeo I
Vídeo II
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