El escritor inglés del Siglo XIX Charles
Dickens es uno de los novelistas más famosos de la historia de la literatura
universal, un intelectual autodidacta con una capacidad para observar la
realidad y una técnica narrativa propicia para la construcción de tramas con personajes
identificables. Estos protagonistas pertenecían a un entorno social que él
conocía, los suburbios donde los obreros de la nueva Revolución Industrial malvivían
en pésimas condiciones, rodeados de personas agotadas, degeneradas por la vida
y donde los niños eran mano de obra barata, más barata aún que la de sus padres
que los consideraban un activo de la familia, hijos que no tenían derecho a ni
a la educación básica y ganaban poco pero “bueno era”.
En esta sociedad victoriana, donde los
ricos se encontraban atados a normas sociales en muchas ocasiones castrantes y
donde los obreros morían de miseria y agotamiento, Dickens escribe su colección
de obras, con mucha ironía, golpes de humor y un mucho de crítica social. La
mayoría de sus obras Oliver Twist, Tienda de Antigüedades, Canción de Navidad y
otras de ese corte están ambientadas en la propia Inglaterra Victoriana.
Sin embargo, Dickens amaba su país y su
ciudad, sus defectos, que él señalaba, debían ser mejorables y por esta razón
escribe “Historia de Dos Ciudades” y realiza una comparativa partidista entre
un Londres en paz y un París lleno de injusticias y maldades, las propias de los
nobles sobre el pueblo, las que llevaron a la Revolución Francesa y las que
cometió el pueblo en nombre de la Liberté, Egalité y Fraternité.
¿Por qué leer a Dickens en nuestros días? Esa
pregunta la resuelve el propio Dickens en el comienzo de este libro: “Era el
mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y
también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de
la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la
desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al
cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. En una palabra, aquella época
era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en
que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la
comparación en grado superlativo.” Así empieza Historia de Dos Ciudades, se
refería a un tiempo anterior, pero de igual modo se podría referir al momento
actual, siempre el hombre come hombre, y hoy también, o ¿no es una injusticia
contratar a un empleado para un día a la semana y tenerlo trabajando la semana
completa? ¿O contratarlo por horas?, dos por la mañana y dos por la tarde, cuando
haya más afluencia de clientes, sin que las personas puedan tener una
estabilidad económica y sin que puedan aspirar a un segundo trabajo por tener
mañanas y tardes ocupadas, en fin, que la situación laboral actual es de un
abuso. Por no hablar de la violencia y la falta de valores que sufrimos en
forma de robos, violaciones, terrorismo, corrupción de gestores de lo público,
si es que “se está rifando una guillotina”.
Esta obra que se publicó en 1959 con
ilustraciones, contiene personajes con nombres que orientan sobre su función en
la obra, como Venganza, que no es más que el poder en manos de personas
envenenadas por el odio de los abusos de los nobles sobre el pueblo. Dickens
demuestra que la revolución construida sobre los rescoldos del rencor genera
sociedades tan criminales como las anteriores, pero ¿se puede cambiar la
sociedad de una manera pacífica?, en nuestro país tras una dictadura hubo una
masa política que se lo propuso, sin embargo, el odio persiste, subsiste y a la
mínima que se aliente, resurgen las ideas cainitas, si eso no es lo que
queremos, deberíamos cuidar nuestro discurso y nuestros hechos, sobre todo, los
políticos actuales, debería ser responsables y no andar jugando con
corrupciones y corruptelas, porque la pólvora prende “en menos que se persigna
un cura loco”.
Algunos personajes de Dickens son grotescos,
estereotipos identificables, críticas sociales “con patas”, otros en cambio
están llenos de claroscuros, los que realmente pertenecen a la trama, y que nos
van a hacer navegar por las situaciones que el autor quiere poner de relieve,
planteándose la moralidad y la justicia, no en vano, Charles fue un hombre de
fuertes convicciones religiosas.
La historia de amor en “Historia de Dos
Ciudades” es una anécdota para contar, un retrato revolucionario, pero también
encierra grandes ideas preconcebidas como que la mujer debe cuidar de sus
padres, aunque no lo haya visto nunca, aunque, podría ser, que no fuese su
padre, la obligación de una hija es respetar, rendir pleitesía, ocuparse de sus
necesidades, acompañarlo, en fin, las obligaciones que siempre han tenido
relación con el rol femenino. Por otra parte, hay un personaje que hace un gran
sacrificio por esta familia, por amor a ella y por hacer algo grande en su
vida. En ese punto es donde me paro otra vez, y es que este personaje no había
tenido ninguna conducta reprobable en su vida, pero su extracción social le
hacía tener bajo concepto de sí mismo. Esta baja autoestima de las clases bajas
es uno de los impedimentos para la permeabilidad social, el no atreverse, el no
sentirse con derechos, el pensar que su existencia no vale lo mismo que la de
otros. Por detalles como estos, Dickens es un buen crítico de la realidad que
profundiza, que no se queda en la información de bulto, la de los abusos de los
poderosos sobre la chusma.
Dentro de este mundo de abusos y rigideces
victorianas, Dickens, un niño de los suburbios, autodidacta, elige cómo quiere
vivir su situación, ese es un poder que tiene el ser humano, de ahí que
personas con muchos impedimentos tengan existencias medianamente felices y
otros a los que no falta nada son muy desgraciados. El autor podría haber
trabajado en condiciones terribles, haber tomado alcohol barato hasta que se le
hubieran olvidado sus penurias de infancia, haberse casado con una mujer a la
que embarazar y con la que compartir la miseria y haber engendrado pequeños
obreros de la siderurgia londinense, en vez de eso, decidió leer, profundizar,
investigar cómo se construyen las historias y vivir con intensidad un paisaje
que luego pone en palabras, reflexiones, críticas envueltas en tramas, sin
descripciones gloriosas, con una habilidad reconocible, libre de dramatismos,
con cierto sentido del humor.
Cuanta sabiduria en los grandes literatos cuyas obras no envejecen.Gracias Ana
ResponderEliminar