Hoy os traigo el análisis de la última obra
que el club de lectura de la FNAC de Marbella ha elegido para el mes de Julio.
La obra es una novela del Siglo XIX, con muchas particularidades de la literatura
romántica, incluida la del héroe, solo que en esta ocasión es una heroína, ya
que la Brontë consigue presentarnos un personaje femenino íntegro, que se
permite tener deseos, cuya férrea moral la lleva por los caminos poco habitado
de la rebeldía social y que es persona antes que mujer o porque es mujer es
persona que solicita un lugar independiente de varón, de presiones sociales en
el mundo. Pero, es que a la vez está imbuida de unos valores universales inusuales
de su situación y género, impropios para la época y que la convierten en una
mujer luchadora, valiente, fuerte, íntegra y muy inapropiada para su tiempo.
“Jane Eyre” cumple además con su
característica decimonónica, ya que describe con fidelidad una época de
desigualdades sociales donde la burguesía empieza a tomar el relevo a las
clases nobles que decaen en la medida que sus gastos son inferiores a sus
pasivos ingresos y donde el clero puede llegar a ser muy poco misericordioso en
favor del orgullo de superioridad moral o posición social.
El papel de la mujer en la época era “al
servicio de”, de los maridos, de los padres, de la familia, de los “amos”,
incapaz de valerse por sí sola, la mujer de este tiempo se perpetua como sombra
y persigue la continuidad del sistema exponiendo sus encantos para ser
adquirida en propiedad de un hombre que sustente su seguridad, su apellido, sus
gastos o simplemente su aterrante individualidad. En este apartado es donde
Jane Eyre es revolucionaria, se revuelve contra el poder, desde pequeña, si no
se siente dignamente tratada tiene la capacidad de articular la protesta,
aunque signifique el apartamiento del confortable redil, no tiene miedo o
consigue superarlo. La incertidumbre, el peligro, la asfixian menos que una
situación injusta. Porque Jane ha comprendido algo que muchas mujeres aún hoy
no han hecho, que son, que existen, que tienen derecho a un espacio, aunque
nadie más lo sepa. La periodista Concha Montes lleva siempre una gargantilla
como trofeo de su madurez como mujer y persona, tiene dos palabras engarzadas
“YO SOY”. La genialidad de Jane Eyre fue comprender, vislumbrar, este hecho en
el Siglo XIX, aunque, claro, no lo definió perfectamente, era un concepto en
proceso de nacimiento y evolución. Pero ya su decisión de estudiar, de
trabajar, de pagar sus cuentas, es un tremendo signo de independencia.
La autora hace que su protagonista tenga y
sepa apreciar grandes valores poco estimados en aquel tiempo. Y ¿para qué vamos
a equivocarnos?, tampoco es que estén generalizados hoy en día, la belleza es
más que un físico, para ella es capacidad de superación, talento, empatía, es
inteligencia, cultivo del intelecto, modales, asertividad, generosidad, sentido
del humor, curiosidad intelectual, perseverancia y cualidades para la
conversación. Con todos estos mimbres desliga a la mujer de la criatura en
busca de boda.
La novela, publicada en primera edición
como autobiografía, es de gran extensión, seiscientas páginas que pueden
parecer un gran ladrillo si no fuese porque la narración en primera persona te
arrastra desde el primer momento por un escenario en el que no dejan de ocurrir
acontecimientos que el lector siente a veces con angustia, con pena, con
esperanza y finalmente con satisfacción, aunque esa cuadratura del círculo es
lo que menos me gusta de la obra. Tampoco son desdeñables los momentos sobrenaturales
que imprimen cierto misterio a la novela.
No podemos olvidar las grandes
desigualdades sociales y el tipo de servicio doméstico que se convirtió en una
clase social simbiótica en el que el estilo de vida de las familias pudientes
no era posible sin sus empleados y sus empleados formaban parte del aparato.
Este estatus quo, cada vez resultó
menos llevadero para las familias encaramadas en el Olimpo social,
porque no podían pagarlo y porque la clase trabajadora iniciaba el camino
independiente de la clase media baja gracias a la industrialización.
Otra cuestión importante era la situación
de los niños, indefensos, sin voz, sin derechos, niños, maltratados, privados
de cariño, explotados, abusados, frontón de ira y frustraciones. Sólo algunos
hijos de familias pudientes vivían sus infancias, aunque el dinero no da la
afectividad. Eran usuales las instituciones donde acababan los huérfanos, lugares
de beneficencia en los que la disciplina y el orden se exigía como oposición a
los castigos físicos y psíquicos más dolorosos y humillantes, sin que se
considerara la posibilidad de estar realizando actos amorales, sólo algunos
escritores como Dickens nos han dejado estos hechos como lamento literario.
A mi entender, la novela es muy interesante,
por algo es un clásico de la literatura y hay muchas razones de peso para
acometer su lectura sin embargo, la redondez de la figura de Jane Eyre me
resulta tan repelente como el final de la obra, tanta perfección moral, tantos
valores en una misma persona no deja de resultarme ficticio por más que es
propio de las novelas románticas. Una cuestión que arguye la novelista en su
narración es la excusa por la que se convierte en lícita la posibilidad de que
un señor casado sea un hombre de bien y tenga derecho a desear casarse con otra
señora, la razón es que su esposa está loca. Ahí es donde descubrimos las dos
velocidades de pensamiento avanzado de la Brontë, ya que su visionario
feminismo, preocupación social y reflejo de la situación de los niños, se
contrapone con la falta de misericordia ante una enferma mental a la que carga
con los síntomas de todas las enfermedades mentales que conoce y que además
dota de maldad, en un desconocimiento lógico de la psiquiatría pero, en un
intento visible de defender un amor fuera del matrimonio, cuestión que en su
moralidad tampoco vislumbra, quizás es pedir demasiado.
Finalmente, es necesario hablar de la
consciencia de que la vida pertenece a cada persona y tiene derecho a ser dirigida
según su voluntad, las presiones de mentalidades religiosas fanáticas no
apartan a Jane Eyre del camino de SER, de decidir, ninguna moralidad de
sacrificio está por encima del derecho a buscar la felicidad de todo ser
humano.
Adoro esta historia. Una novela muy profunda que me robó el corazón.
ResponderEliminarBesos, guapa