El escritor tiene un hijo horrendo, así lo
califica, sospechoso de autismo, al que aborrece porque no le proporciona
acción, la que él vampiriza de otros. Así, de esa manera despiadada con la que
habla de su hijo, hablaría de cualquiera, de no ser por las historias que le
proporcionan.
Un escritor no tiene porqué estar
inventando todo el tiempo, ni creando, no todos somos capaces de describir
mundos que no existen, “Harry Potter” es un ejercicio de producción que no se
le exige a todos los autores. Una buena obra puede y normalmente deviene de una
observación, de un espionaje del gentío que nos circunda. Por ese motivo ambas
actividades están tan unidas.
Con esta obra Vila-Matas desmitifica la
genialidad del novelista. Los que escribimos no vivimos aventuras, son nuestros
personajes, no tenemos amantes y somos valientes y arrojados, son nuestros
personajes, no somos divertidos e ingeniosos necesariamente, esos son nuestros
personajes, ni siquiera tenemos porqué ser buenas personas y el narcisismo se pesa a toneladas en este
mundo. El protagonista, el
autor que nos presenta Vila-Matas es un pobre hombre, lleno de defectos, nada
emocionante, un burgués acomodado, insatisfecho, deseoso de correr aventuras
sexuales con su cuñada “ligerita de cascos” (de esta forma tan machista la nombra), pero coartado por el equilibrio y
respaldo de una mujer “segura”, de una familia estable.
Un ejemplo de su mediocridad es la
conferencia que repite y repite sobre la “Estructura Mítica del Héroe”, con la
que aburre a la concurrencia, consiguiendo hacer monótona la existencia de
estos personajes en su intento de teorizar sobre la novelación.

Vila-Matas compone las experiencias
personales de este ser que ha llegado a ser un poco más excitante a través de
divertidas anécdotas en las que el oficio de espía, que le ha hecho vivir los
momentos más emocionantes de su ahora triste vida, su momento con Graham Green,
con Dalí, con el abuelo que se negaba a jubilarse, etc., siempre como testigo
de la vida de otros.
Lo más que consigue ese día de catarsis es
cambiar de estilo salirse de su saga hiperrealista, las historias que surgen de
la observación cotidiana de la gente de su calle y pretender entrar en el mundo
de la imaginación. Aunque tras la cobardía de no disertar sobre la relación
entre el autor y el espía, dudo mucho que semejante personaje apoltronado
cambie en nada su vida ni obra.
Esta es una magnífica novela, una historia en
la que no pasa nada al protagonista y que se defiende por los relatos que han
alimentado su vida como espía, curioso voyeur vampirizador de experiencias
ajenas. De esta forma se pone de manifiesto la rotunda normalidad y posible
bajeza del ser humano “escritor”, reflexionando sobre los motivos para escribir,
nulos en el protagonista y la actitud de los demás ante este ejemplar de homo
sapiens que si destaca por algo es por su obra.
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