Esta
es la cuarta obra de la escritora de origen ruso-ucraniano. En ella Irène nos
acerca a los sentimientos adolescentes en un marco muy particular en el que
aparece una madre que se parece consistentemente a la suya. La autora aprovecha
esta “novella” para dar rienda suelta a los pensamientos vengativos más
retorcidos que se alojan en la mente de cualquier hijo contrariado.
Lo
que parece la historia de una rabieta nos descubre un mundo de mayores
totalmente artificial. Una sociedad que ansía la aceptación social basada en
las riquezas materiales que se poseen. La madre de la protagonista, al igual
que la de la propia autora es una mujer voluble, llena de deseos de grandeza y
de un egoísmo que supera su amor por el marido y por la propia hija. De tal
manera que no duda en martirizar al marido, humillándolo y despreciándolo hasta que el
pobre señor tiene un golpe de suerte en la bolsa.
La Némirovsky
hace un retrato psicológico de una mujer improductiva que se alimenta de logros
ajenos y cuyo paraíso está en el lucimiento social y la búsqueda de un amante
que le haga sentir lo que su rico marido, judío convertido al catolicismo, no
puede proporcionarle. Tamaño personaje egoísta y amoral no tiene afecto
propiamente ni por su hija, a la que reprende en sus propios anhelos de
mujercita en ciernes. De ahí surge un rencor, que por determinadas circunstancias
azarosas, consigue materializar en una
de esas venganzas que todo adolescente rumia, mientras, enfurruñado, permanece
encerrado en su cuarto.
Es un
relato largo estupendo, una novela corta precisa, un retrato psicológico en
tercera persona de varios personajes que todos podemos identificar y que la
autora nos muestra con esa pasión que ella misma debió sentir ante tanto desmán
materno. Como todo lo que he leído de la Némirovski, es genial y fácil de leer,
no se lo pierdan. Por cierto que ha sido llevado al teatro en una adaptación genial en la que la tensión se palpa durante toda la función.
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