La ciudad de Marbella está de enhorabuena
pues comienza una nueva etapa del Museo del Grabado Español Contemporáneo
llenando de inocente genialidad y colorido cuatro de sus salas. La primera propuesta
es vitalista, positiva, creativa, muy alegre a la par que seria y muy trabajada,
un oxímoron propio de quien es artista, sabe de artistas, se relaciona con
artistas y gestiona para la expresión de artistas. El creador expuesto es
Evaristo Guerra que ha traído conceptos serigráficos de sus paisajes de Vélez y
otros pueblos de la Málaga, así como óleos ingeniosos, de gran formato y pruebas
progresivas del proceso de serigrafía que realiza, una suerte de homenajes a personalidades importantes en su carrera y una generosa aportación didáctica
a un Museo que prevee su pronta ampliación y luce de nuevo a Germán Borrachero
como director para beneficio de la ciudad y sus visitantes.
El Museo estaba abarrotado de amantes de
las artes y artistas a pesar de EMMA, la tormenta huracanada que nos azota estos
días. Y todos los visitantes, han felicitado a la organización por la propuesta
optimista, casi naïf, con tintes impresionistas y expresionistas que recuerda a las pulsiones honestas de Serafine de Senlis y donde amén de
los temas, son importantísimas las técnicas y la generosidad del artista al
hacernos partícipe del paso a paso.
Evaristo es un pintor que por casualidades
de la vida recayó en un taller de serigrafía industrial, de esta manera conoció
las técnicas que conforman las obras a base de planchas sucesivas, que vierten
sus colores en capas. Más tarde, gracias a esa visión de las superposiciones ha
recibido numerosos galardones como del mural “Dos kilómetros para un pueblo”,
que fue Premio Nacional Blanco y Negro en 1972.
Una de las obras que más ha llamado la
atención, por su monumentalidad e ingenio conceptual es un enorme paisaje, una la
Instalación en la que se colocan planchas a distinta distancia, para que sean
identificadas y se comprenda el concepto de los pasos en serigrafía. Estas
planchas o murales, además están realizado por capas, un fondo de color plano
que adquiere fondo, dinamismo y colorido dentro de un orden, a través de estratos
de collage con trocitos de papel, finalmente, montes, pueblos, árboles,
sembrados, vida y color. Según José Camón Aznar la visión del paisaje logra - “la
difícil armonía del floral brote impetuoso y del orden casi geométrico”.
Hay casi tres salas dedicadas al proceso, a
las fases de las obras, desde los bocetos, las distintas capas con sus planchas
correspondientes y el resultado final. Y una cuarta sala, que en realidad son
las paredes del atrio del museo donde se han colgado los grandes formatos de
árboles inocentes pero fuertes, entidades con personalidad y merecedoras de
respeto, cuyo fondo juega con las capas también y con los estratos en altura,
de manera que la base de un estrato es el motivo que da profundidad al estrato
anterior. Una genialidad que les aconsejo vayan a verla, van a pasar un rato
muy agradable porque esta obra tiene algo de la pintura terapeútica de Enar
Cruz, el atrevimiento, la sencillez del color, de las formas, la naturalidad
con que se puede tratar la existencia para ser feliz, hay quien se levanta y ve
el mundo de esta forma y hay quien ni siquiera se levanta.
Evaristo Guerra ha recibido numerosos
premios y es hijo adoptivo de Vélez-Málaga, a sus 68 años ha desarrollado una
gran y personalísima carrera y es reconocido en los grandes círculos artísticos
por su técnica, muy novedosa en sus inicios.
Fotografía de José A.Correa
Alegre pero melancólico ,real en momentos hasta furiosamente real,es verdad que une a Cruz ,de calidad y buen nivel técnico es una obra que hay que conocer para interpretar la entruncada realidad que nos toca vivir.Patricia Rivera Armesto.
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