Esta novela es un retrato de la sociedad inglesa del Siglo XIX. Encierra sus valores y se impregna de sus tempos. Pero sobre todo es la crítica de unos presupuestos injustos para con la mujer que atesora el honor de las familias en el control de sus pulsiones sexuales y la resistencia a las afrentas de los hombres de la familia.
En un
tono de alarma, descubrimos que el juerguista es un ser próximo al Maligno, es
lo que percibo cuando Helen escribe sobre su marido. Para mi mentalidad actual,
en realidad, lo que percibo es un hombre débil, educado en la vagancia y los
placeres inmediatos, seguro de que por su condición de varón puede llevar una
vida disoluta ya que el honor de la familia recae en la castidad y el aguante
de su mujer.
Este tipo
de valores propios de la época se afianzaban gracias a la exclusión social
provocado por el chismorreo incesante de mujeres que no tenían más distracción
que demostrar sus atributos femeninos en contraposición con los de otras pobres
que eran tan débiles como para sucumbir a los deseos o a la desesperación.
En este
caso además, la autora pone frente a frente dos fuerzas que una mujer debe
sentir, una es la disciplina del matrimonio y la otra es el amor de madre. En
este punto la protagonista decide dejar al marido para que no siga siendo un
pervertidor de su hijo. Se opone a la autoridad marital, considerada máxima en
la época, por encima del amor de cualquier tipo.
Es una
novela romántica que tiene un fondo de denuncia social que hicieron de ella un
escándalo en la época y llevaron a la autora a firmar con pseudónimo. Pero
sobre todo es una novela lenta, llena de reflexiones, de complicados círculos
de pensamiento, de lentas y poco significativas páginas, fiel reflejo del tempo
de la época, donde las horas se hacían eternas ante una labor de punto, una
conversación o un libro. Hoy en día sería impensable que algo así tuviese
éxito, no tenemos el cuerpo para estas lentas velocidades, desespera y aporta
poco al tema tan manido ya de los valores obsoletos y la necesidad de la
liberación de la mujer.
Por cierto, que ha sido llevada a la gran pantalla en dos ocasiones.
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