La escritora francesa nacida en Bélgica
Marguerite Yourcenar escribió y desescribió “Las Memorias de Adriano” durante
años. Y finalmente nos presentó una novela histórica que no podía ser más
actual al sumergirse en el mundo de los valores y las reglas para demostrarnos
la arbitrariedad de las mismas.
La obra está escrita engañosamente como una
epístola dirigida a Marco Aurelio, elegido por el propio Adriano como su
sucesor para gobernar un imperio que había tocado techo. En realidad la autora
nos presenta el estudio humano de un ser que se sabe justo al haber cumplido
con todos los valores que él mismo siente como imprescindibles en el ser que
dirige un imperio. Adriano fue un hombre culto, conocedor del pensamiento
griego al que veneraba recuperándolo, un estratega del poder que comprendió que
su imperio moriría manteniéndose a sí mismo y que quiso frenar su decadencia poniendo
fin a las conquistas de territorios, de ahí la decisión de no luchar más en el
norte de Britania y hacer el muro que llevó su nombre.
Marguerite se pone en lugar de Adriano para
justificar sus acciones como propias de una responsabilidad imperial, un hombre
que ha de decidir quien vive y quien muere por el bien del estado. Este
elemento de su carácter puede parecernos inhumano en estos momentos pero eran
los valores necesarios para su encomienda. Por el contrario sus reglas en el terreno
amoroso y sexual también podrían escandalizar a la moral actual, yacer con efebos
nos parece un crimen y a algunos aún el tema de las relaciones homosexuales tan
abiertamente tratadas. En realidad la autora desnuda su propia alma para
hacernos ver desde su diversidad sexual que las reglas sociales son
arbitrarias, que dependen del lugar y del tiempo y que es probable que nos
equivoquemos si juzgamos a los demás con los esquemas propios de nuestra
educación.
Con esta novela somos obsequiados con una
gran cantidad de hechos históricos y mucha naturaleza del hombre. Adriano era
un hombre empático, trabajador, noble según su concepto de valores. Contribuyó
a mejorar la vida de los esclavos, a hacer hombres libres, a parar la guerra,
era un ser comedido en la bebida y en la comida, austero en riquezas,
perfeccionista, complejo y atormentado; pero era emperador y bisexual y también
incluía en sus actitudes declarar guerras para llegar a la paz, mandar matar a
personas que pusieran en peligro su imperio y tenía un concepto de la
sexualidad que nos puede resultar incluso delictivo por sus relaciones con
menores. Pero el conjunto de su ser, lo que él veía de sí mismo con sus propias
reglas era un emperador justo, perfecto para la “cosa pública” y un hombre que
tenía derecho a ejercer sus relaciones amatorias como le apeteciera. De esta manera
la autora reivindica que se puede ser un buen gobernante, escritor o cualquier
otra profesión independientemente de la opción sexual de cada uno, esta obra es
un llamamiento al respeto de la diversidad sexual y de otro tipo de valores.
Adriano tuvo muchas relaciones pero la que
más le perturbó fue la mantenida con Antinoo que llegó a sustituir a Alejandro
como canon de belleza y del que se hicieron numerosas esculturas y al que tras
su suicidio, Adriano dedicó edificios e incluso una ciudad. Llama la atención
la parte del libro dedicada a sus amores con este chico si realmente la carta
estuviera dirigida al sucesor a emperador, no parece adecuada tanta información
personal.
Otro tema importante en la obra es la
invisibilidad de la mujer, teniendo en cuenta que está escrita por una mujer
que tenía el control de su vida, su economía y sus relaciones. Este era un
mundo de hombres, sólo la mujer del emperador Trajano ejerció su autoridad en
la presencia de los españoles en Roma, por lo demás, los poderes y las
decisiones eran cosa de hombres.
Esta obra es una joya en cuanto a la
documentación empleada, la estructura que muchos momentos parece más un ensayo que
una novela, pero también lo es por la semántica actual que encierra y por su
prosa elaborada que parafraseando a Juan Marsé descubrimos en cada frase a
miles de chinos trabajando en un ferrocarril muy elaborado. A mí me parece
soberbia especialmente la documentación teniendo en cuenta los tiempos y los
medios en que la realizó la autora.
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