El pasado viernes visité el estudio de José
Miguel Roy Anglada. Era la última oportunidad de ver algunas obras que el maestro
madrileño afincado en Marbella desde
1988 llevará a la galería Nando Agüelles de Sotogrande. Allí pude comprobar la
belleza de sus obras abstractas y algunas particularidades personales de esas
que siempre nos gustan saber de los artistas.
El estudio de Roy está situado dentro de la
finca donde también se encuentra la casa familiar, el entorno es espectacular,
bien cuidado, ordenado al detalle, con esmero de decorador. El artista se ha construido
un lugar de trabajo de considerables dimensiones que provoca la admiración por
la altura de sus techos y la distribución tendente a lo funcional cuidando la
estética más apolínea.
En las paredes del recibidor y su despacho
cuelgan obras de artistas amigos Rafael Canogar, Germán Borrachero, Luís
Gordillo, Chirino, Aurelio Rodríguez, Paco Sanguino o Pedro Molina. Porque Roy Anglada además es
coleccionista, piensa que el artista es el primero que debe consumir arte y no
pierde la ocasión para cuanto menos hacer trueque con pintores contemporáneos.
También hemos sido testigo de su carácter al exponer esta visión personal a
otros artistas.
Junto a estas pinturas realizadas con
acrílicos, pigmentos y aerógrafos, encontramos un armario de madera sólida que
reúne la colección de rock más ordenada que haya visto a artista alguno. Roy es
un melómano y disfruta de la locura de Red Hot Chili Peppers a gran volumen
mientras se desenvuelve en grandes formatos de 1.90X1.90 o en A4 donde retrata
compulsivamente almas y más almas.
Roy nos presenta las cajas de artista que
llevará a la exposición de Sotogrande, algunas de Almas en A4, almas con azules,
las extiende sobre la mesa de Billar. Pero descubrimos que también distingue entre
las almas en blanco y negro y las que tienen alguna pincelada amarilla. Ya
puestos nos enseña sus cajas de fotografía, obras que no son muy precisas en su
ejecución pero que tienen hasta cuatro capas de tratamiento, reducciones de
signos innecesarios para el concepto que pretende entregarnos el artista.
Ya en el taller de trabajo encontramos
numerosas obras bien organizadas en un lateral, y en el de enfrente, una gran
mesa plena de todo tipo de materiales que José Miguel confiesa le dan vida.
Porque si no pudiera investigar con ellos perdería la motivación para continuar
trabajando. De manera que aparte del aerógrafo, los pigmentos, las espátulas,
las manos, también domina el grabado y por supuesto el dibujo como buen alumno
de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando.
Nos llama la atención la colección de
máscaras, muchas de ellas compradas en sus viajes exóticos de donde extrae
alimento, esta vez, para su alma de artista. Pero también nos confiesa que
algunas son creación propia, —no distinguimos las muestras antropológicas de
las creaciones de Roy.
La obra de José Miguel Roy Anglada es
abstracta, de pocos colores aunque con muchos matices y plena de experimentos.
El minimalismo, el esbozo es una declaración de intenciones de ir al grano para
buscar la reflexión y el diálogo, en ese afán por conocer al hombre, lo que es
hoy y lo que será cuando ya no sea. Pero la obra de Roy es también muy bella.
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