La Bombonera de la Polaca es el escenario
intenso, kitsch y secuestrador donde la compañía Teatro Clandestino teje sus
argucias dramáticas para producir un evento catártico tan duro, doloroso y
pegado a nuestra piel que es imposible ser la misma persona cuando te marchas.
Teatro Clandestino es un grupo de amantes
del teatro, con muchas tablas, que han decidido meterse en un reducto para
vivir en la Esencia. En un momento en el que el arte está terriblemente
confundido con el ocio, en muchas ocasiones de manera intencionada, estos
actores y directores se han propuesto llevar al espectador obras muy difíciles,
extenuantes y transformadoras.
Alfonso Sánchez y Marga Ferrer dirigidos
por Auxi Tapia y Pedro Domínguez han acometido la puesta en escena de “Háblame
como la Lluvia y Déjame Escuchar” y “No Puedo Imaginar el Mañana”, dos obras de
Tenesse Williams que esta compañía lleva representando casi cuatro años para
poquísimos espectadores.
Por fin el jueves pasado, tras meses de
espera, anotados como mensaje en su página de Facebook, nos tocó asistir a la obra. Tres personas, sólo tres, Blanca Molet, la
Tesorera de AMUM y próxima ponente de una maravillosa conferencia en la que nos
contará sus treinta y cinco años en Naciones Unidas, José A. Correa y yo. Subimos
por la angosta escalera de la Polaca con una actitud lúdica que dejamos de lado
nada más ver el estado de concentración en el que se encontraba Alfonso
Sánchez. Pensé que hay que ver lo dramáticos que son los actores. Pero tenía
que haberme dado cuenta que la intensidad de la obra lo requería. Nos sentamos
a la mesa que compartiríamos con los actores, ya con cierta inquietud pues el
espacio vital estaba en peligro. Nuestra presencia suponía mucho más que
objetos de atrezo y aunque casi no respirábamos sobrecogidos por la
representación, podíamos sentir que nuestras energías, las que se lanzan entre
personas con la actitud postural y las microexpresiones, interacturaban con los
artistas.
Por supuesto que no os voy a contar la obra,
deben ir, no pueden perderse esas emociones, sólo os diré que la experiencia es
transformadora, que sientes la tragedia por más sentidos que el oído y la
vista, que la fuerza del dolor te entra por la piel y que cuando sales te
sientes un ser más profundo, con la sensibilidad desbordada. Al acabar hay que
ser muy insensible para no estar sobrecogido, llorar o abrazar a los actores,
la representación es soberbia.
Es algo increible lo que dos personas son capaces de transmitir con la palabra y con sus gestos, es un borbotòn de sensaciones que rara vez sientes a no ser en momentos muy intensos de la vida, totalmente recomendable.
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