Entrevista con Pere Estupinyá, autor de El ladrón de cerebros, una obra que trata de hacer comprensibles los últimos avances científicos.
Aunque es químico y biólogo, Pere Estupinyá se está dedicando con notable éxito a la divulgación científica. Una prueba de su talento para hacer accesible la ciencia a cualquier persona interesada en sus avances y descubrimientos es su último libro, El ladrón de cerebros, que acaba de publicar la editorial Debate.
Las páginas de El ladrón de cerebros conducen al lector a través de algunos de los laboratorios más avanzados del mundo para mostrarle en qué se afanan sus investigadores y cuáles pueden ser los descubrimientos científicos más espectaculares de las próximas décadas.
Ningún campo o disciplina científica queda al margen. Desde la neurociencia, capaz de escudriñar ya hasta nuestros más íntimos sentimientos, a la astrobiología, empeñada en hallar planetas extrasolares capaces de albergar alguna forma de vida. Desde la física cuántica y los esfuerzos por hacer compatibles sus leyes con la teoría de la relatividad de Einstein, al cambio climático, la genética o la robótica… Todo tiene cabida en El ladrón de cerebros, un libro cuyo subtítulo es suficientemente elocuente: Compartiendo el conocimiento científico de las mentes más brillantes.
Pero, además, todo eso está contado con un afán divulgativo y un sentido del humor tan sorprendente que hacen la lectura absorbente, incluso cuando de lo que se trata es de desentrañar los asuntos más espinosos, como qué es la antimateria o el entrelazamiento cuántico.
Ciencia y humor
“El sentido del humor es el mejor recurso para enganchar a la gente”, se justifica su autor, Pere Estupinyá, quien estudió Química y Bioquímica en Tarragona antes de abandonar su doctorado en Genética para dedicarse a la divulgación científica. “Humor y ciencia combinan a las mil maravillas –explica-. La gente percibe la ciencia como algo denso y, aunque el lmétodo científico sí tiene esas características, ciencia y sentido del humor comparten una mirada crítica y positiva que los hace casar muy bien”.
Pere Estupinyá reside actualmente en Washington. Trabaja para el prestigioso MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos en tareas de comunicación y, además, es consultor en temas de periodismo científico para la Organización de Estados Americanos y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Con estas credenciales, la pregunta obligada es por qué abandonó su carrera científica. Y la respuesta –aunque la versión que da en su libro es mucho más divertida- no deja de ser sorprendente: “A mí me gusta muchísimo la ciencia, pero estar en el laboratorio era como si te gusta mucho viajar y vas siempre al mismo sitio. Yo quería explorar otros campos, y en el laboratorio, durante un año, no hacía más que una técnica que se llama PCR… Quería estar vinculado a la ciencia pero no trabajando en ella. Entonces pensé en la divulgación como una posibilidad. Lo intenté y salió bien”.
De manera que cambió la reacción en cadena de la polimerasa, que eso es la PCR (una técnica para amplificar fragmentos de ADN), por una beca del MIT para periodistas científicos, lo que le dio la oportunidad de conversar con las brillantes mentes a las que hace referencia el subtítulo de su libro y compartir con ellos –y, luego, con los lectores- su conocimiento.
Fue guionista y editor del programa «Redes» de TVE durante 4 temporadas y profesor de "Ciencia, Tecnología y Sociedad" en la Universidad Ramon Llull. Ha escrito sobre ciencia en El País, Público, El Mundo, La Vanguardia, o la revista Muy Interesante entre otras publicaciones.
Entre ellas figuran, por ejemplo, la astrónoma Vera Rubio, cuyas investigaciones establecieron la primera evidencia de la materia oscura; Craig Venter, protagonista de la secuenciación del genoma humano, o Rodolfo Llinás, el gran neurocientífico de la New York University.Cómo viviremos en 2030
A partir de esos encuentros con cerebros privilegiados, se pueden aventurar los descubrimientos que nos depararán las próximas décadas. El XXI -explica Pere Estupinyá- va a ser el Siglo de la Ciencia, en mayúsculas, el siglo en que la ciencia saldrá del laboratorio e impregnará a toda la sociedad, incluso a la clase política. Ahora la neurociencia y la biología destacan por sus grandes avances, pero en este siglo la ciencia va a estar presente en la vida cotidiana de las personas, en las escuelas y en la toma de decisiones políticas”.
Detectados a tiempo, la mayoría de los cánceres tendrá cura, se habrá creado vida puramente artificial, algunas personas con parálisis podrán volver a caminar gracias a las células madre, lograremos modificar personalidades con estimulación transcraneal, nuestro cuerpo albergará sensores que transmitirán información a Internet… Todo esto –y muchas otras cosas más- será posible hacia 2030, de acuerdo con las previsiones que hace en su libro Pere Estupinyá, quien añade, además, que para entonces la voz de los científicos tendrá mucho más peso entre los políticos, y que la ciencia se apartará cada vez más de la religión, aumentando las tensiones entre ambas.
Aunque no discute la posibilidad de que un científico pueda ser creyente, Pere Estupinyá establece una frontera infranqueable entre ciencia y religión. “Una cosa es el pensamiento dogmático -explica- y otra el pensamiento científico”. “Ciencia y religión se pueden combinar, pero nunca mezclar, porque la ciencia no cree: hace experimentos para probar cosas, y no puede decir si Dios existe o no”, concluye.
Llegados a este punto de la entrevista, resulta imposible obviar la opinión que a Pere Estupinyá le merece la última obra de Stephen Hawking.
Para el autor de El ladrón de cerebros, el célebre astrofísico británico “se ha vendido en su último libro al bestseller. Y lo explica así: “Hawking lo que dice es que la existencia de Dios no es necesaria para explicar el universo, y esto no es nuevo, se podría haber dicho hace 100 o 200 años”.
Añade Estupinyá que el argumento científico que da el físico de Oxford no existe: la Teoría-M con la que justifica su afirmación no está desarrollada científicamente, es sólo una idea”. Así las cosas, Estupinyá se muestra tajante: “Hawking lo que ha hecho es decir y lanzar algo que sabe que venderá mucho, porque su nombre, unido a conceptos como Dios y Ciencia, es una garantía de éxito”.
Científicos mediáticos
Al margen de auténticas “vedettes”, como el propio Hawking o el matemático Roger Penrose, que también hace apariciones sorprendentes cada dos o tres años en los medios de comunicación, lo cierto es que los científicos son cada día personajes más mediáticos.
La explicación aún no es válida para España, pero en Estados Unidos y en el mundo anglosajón, donde los científicos, como otras muchas profesiones, tienen sus propios asesores de marketing, se sabe -dice Estupinyá- que “la financiación de los proyectos de investigación dependerá en gran medida de su impacto en los medios”. “En el MIT sólo muestran a la prensa los proyectos que están en desarrollo; los que ya tienen financiación, ésos no los enseñan”, comenta el autor de El ladrón de cerebros.
En España, los científicos no están aún al tanto de estas cosas. Claro que el nuestro “no es -de acuerdo con Estupinya- el mejor país para investigar”. “Tenemos una masa crítica de investigadores muy buenos, pero están en su mayoría fuera. Es como un tesoro desaprovechado”, se lamenta el autor, quien concluye que “últimamente, parecía que las cosas estaban cambiando, que España empezaba a apostar por la investigación, pero en los últimos presupuestos, con la crisis, una de las partes que ha salido más perjudicada es la investigación científica, y esto tiene que ver con una visión cortoplacista”.
Paz Hernández
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