lunes, 28 de septiembre de 2015

"La educación social en la esfera pública. El reconocimiento social de la profesión"

Mostrando CarnavalBlogs_2015Cast.jpg    El Educador Social es una profesión que matiza la personalidad del que la ejerce y que marcha paralela a la persona independientemente de la actividad que esté realizando. Es en ese “je ne sais quoi” donde los demás perciben algo especial en nosotros, un algo que tiene que ver con los temas que nos preocupan, nuestras formas de hacer y nuestro tamiz por el que mirar al mundo.

    A veces ni yo misma me doy cuenta cuánto de mi subconsciente está escaparatado en mis artículos y en mis libros. Y son muchas las ocasiones que mis lectores me han preguntado: ¿Porqué escribes sobre temas tan controvertidos?, ¿Cómo se te ocurrió hacer una investigación sobre el BDSM o sobre Las Sombras de Grey?, ¿otro libro de personas con diversidad sexual? También son muchos los que tras leer “Quimera Bipolar” argumentan que ahí, sin intentar dar lecciones, hay mucho de social y muchas historias para reflexionar. Una vez que alguien ha leído algunas de mis historias del pseudohéroe ciego, no le queda otro remedio que sentir que la escritora es alguien con mucha sensibilidad hacia las diversidades y hacia las vulnerabilidades, las que mueven a todo Educador Social.

   Pero los hay que encuentran al Educador Social en Nosotros en otros ámbitos. ¿Cuántas veces hemos empleado técnicas de resolución de problemas o nos hemos visto instruyendo a personas fuera de nuestro ámbito profesional?, hay gente que cuenta con nosotros como con un recurso, amigos, familiares que por nuestras habilidades sociales nos buscan para poner paz o razón. Incluso nos intentan localizar como si fuésemos un catálogo de recursos: —Hola Ana, que tengo un problema, ¿dónde tengo que ir a pedir ayuda?

    El Educador Social es también un Animador Social y si en alguna ocasión ha utilizado técnicas para la dinamización de grupos es siempre bienvenido/a en cualquier reunión. En mi caso es común que inicie fiestas con alguna actividad para que los invitados se conozcan, colaboren y se encuentren al cuarto de hora como en otras fiestas cuando está acabando. Sin embargo, las actividades lúdicas no las comprendemos sin contenido, cada vez más me veo como apoyo de actividades como cineforums, performances, tertulias literarias o recitales poéticos. Eventos en los que además de diversión se utilizan las artes para reflexionar, para compartir y para crear una opinión más evolucionada. Lugares de encuentro donde la empatía logra cotas máximas de producción intelectual. El resultado es que alrededor nuestra se encuentran personas sensibles e implicadas, como en una onda expansiva que demuestra que el ser humano puede divertirse y estar comprometido a la vez.


  Claro que donde vemos la importancia real que tenemos y que nosotros no somos conscientes de ello, donde nos llenamos de satisfacción es cuando nos encontramos con un alumno, uno que ha pasado por tu servicio en momentos difíciles y te cuenta que se ha recuperado, que ha encontrado trabajo, que ha mejorado la convivencia con su familia, y te mira, con esa cara de agradecimiento y de admiración con la que yo miraba a mis mejores profesores y profesoras cuando era pequeña. Nos atribuyen una grandeza que probablemente tengamos, al menos a ratos,  pero que nos da pudor admitir.

Texto: Ana E.Venegas
Fotografía: José A. Correa

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