Hace algunos meses me dejé llevar por unas
amigas a una cena benéfica en Tánger. La promesa de un fin de semana en la
antigua ciudad internacional nos atrajo y un acto benéfico era una buena
excusa. En los paseos que dimos por la Medina pudimos ver algunos chicos con
sus narices metidas en bolsas de plástico con pegamento.
Creo que haber catado la cruda calle fue
por lo que me quedé tan maravillada de la labor de Ningún Niño sin Hogar. Y es
que los niños con el marchamo de esta organización son encantadores, llenos de
vida, optimistas, emprendedores, nos hablaban de sus proyectos profesionales y
acad´micos con brillo en los ojos, fueron tremendamente respetuosos con los
invitados, con los responsables de su educación y sobre todo con sus compañeros
a los que trataban como hermanos bien avenidos.
La personalidad de un niño se
conforma a través de la seguridad y la autoestima. Está claro que estos chicos
se sienten seguros en la casa donde viven, gracias a María Almendro, la
fundadora y alma mater que los trata como a hijos y a los educadores que están
implicados en este trabajo que tan buen resultado está dando. Pero y no menos
importante es el cariño y los mensajes que les deben estar dando respecto a sus
valías y capacidades.
Las personas conformamos nuestra autoestima
a través de los mensajes que nuestros progenitores o las personas que hacen
esta función nos trasmiten y en ese campo está claro que los chavales están
recibiendo una buena imagen de parte de sus monitores y de María, porque son
desenfadados, alegres, implicados en la organización y tienen sueños para los
que se sienten con capacidad y fuerza. Muchos son ya mayores y están a punto de
entrar en la universidad, otros ha iniciado una vida laboral y los pequeños
vienen pisando fuerte, es como un milagro.
Pero recordemos que estos chicos también
podrían estar en la cruda calle.
Texto ana E.Venegas
Fotografías de la propia ONG
Texto ana E.Venegas
Fotografías de la propia ONG
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