El jueves pasado se inauguró en el Centro
Cultural Cortijo Miraflores una exposición muy especial de la artista francesa
de origen sefardí y afincada en Marbella Sylvia G. Ganancia. Al evento
acudieron numerosos amigos, amantes de las artes, el cónsul de Israel en
Andalucía que es a su vez el presidente de la comunidad judía de nuestra ciudad, el Imán de Marbella y una buena
representación de la municipalidad con el alcalde Pepe Bernal a la cabeza.
La obra que nos muestra Sylvia es un
homenaje a la convivencia española del Siglo de Oro donde distintas creencias
convivían compartiendo espacio en paz. La autora es una persona muy espiritual
que cree que las opciones religiosas dependen de en qué familia se haya nacido
y que todos los hombres confluyen en una sola alma, que sería un lugar de
encuentro maravilloso si fomentáramos el AMOR, la comprensión, el gusto por la
diferencia y la solidaridad.
Las creaciones de la artista son más que
cuadros, son instalaciones que toman todas las dimensiones. Tablas o lienzos
con objetos y esculturas adheridos que sugieren presencias terrenas de la
simbología religiosa judía y árabe, y que se vuelca en escenarios españoles con
edificios de diversas inspiraciones, donde la mujer española se mueve
indiscutiblemente en español.
La experiencia es multisensorial, hecho que
ya he comentado con anterioridad me fascina. Sylvia pone música que se oyen tras de
lecturas de la Torá en las sinagogas o la oración del viernes de llamada a la s mezquitas que se accionan desde dentro de
las instalaciones. Hay luz que salen de los edificios y fuentes con agua que
pacifican aún más la espiritualidad del ambiente. La autora se lamentaba de no
haber podido terminar una iglesia para poder cerrar el círculo de las culturas
y creencias en las que se ha desarrollado, pero cree haberlo complementado de
sobra con los lienzos donde escultura y pintura se unen para siluetear a una mujer
española con solera, femenina y muy identificable.
Los materiales que Sylvia utiliza son tan
diversos que a ese respecto creo que esta es una de las muestras más
innovadoras que han pasado por el Centro Cultural. Una aleación de aluminio
especial preside el armario donde se guardan los pergaminos de la Torá, el
trabajo de orfebre es magnífico, un repujado impropio de este material, con las
ventajas de que pesa muchísimo menos que el estaño o el bronce. Usa también,
materiales de reciclaje, piedra, telas, piel, objetos varios que encola y
endurece o utiliza de una forma original. Digno de mención es el uso que hace
de resinas y de la misma cola de carpintero, que utiliza para relleno de moldes
que prepara para hacer pórticos y arcadas, que acogen a la mujer española o
algún personaje importante de las distintas creencias que conviven ahora en el
Cortijo.
La artista representa templos, el Arca de
la Alianza, edificios, símbolos como el candelabro de nueve brazos, escribe
frases de conciliación y amor en los dinteles. Parece imposible que el trabajo
no esté pensado concienzudamente antes de empezar pero Sylvia afirma que va
progresando por intuición. Lo que sí está claro es que es una mujer que hierve por
dentro, ávida de buenas ideas, buenas intenciones y un deseo adolescente de
experimentar que la hace fascinante. Hablando con ella me dio la impresión de
que aún quedaba mucho en ella de esa chica que cogió su guitarra y se fue a vivir
la vida colectiva de un kibuzt al suroeste de Israel.
Ana E.Venegas
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